lunes, 14 de marzo de 2016

Desarrollo de la Cosmología, parte IV. Giordano Bruno II

         Aunque haya aspectos de las creencias de Bruno con las que puedo mostrar simpatía; como su temprana negativa al uso de imágenes, su no creencia en la Trinidad o la  transubstanciación en la misa; porque considero que no son creencias bíblicas; no obstante, quiero mostrar cómo su especulación filosófica lo llevó a desviarse gravemente de las Escrituras.
            Tomemos como ejemplo más relevante las consecuencias de su idea sobre los mundos infinitos. En primer lugar, aunque su axioma referente a Dios, "El que niega el efecto infinito niega el poder infinito" es correcto en sí mismo, de ninguna manera coarta la libertad de Dios para hacer su voluntad y ejercitar su poder cuándo y cómo lo desea. Lejos de ser presuntuosos, tenemos que tener muy presentes las palabras escritas en la Biblia: “Porque los pensamientos de ustedes no son mis pensamientos, ni son mis caminos los caminos de ustedes —es la expresión de Jehová—. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los pensamientos de ustedes” (Isa. 58:8, 9).
            Además, esta idea de Bruno lo llevó por caminos muy arriesgados. Para empezar, hacía menos de un siglo que se había descubierto el nuevo mundo americano. Esto evidentemente había inspirado nuevas formas de pensamiento: ¿cómo habían llegado seres humanos a aquellas tierras aisladas por dos inmensos océanos? Está claro que para los creyentes aquellos hombres y mujeres eran descendientes de la primera pareja Adán y Eva (monogenismo); sin embargo, no podían demostrar cómo habían llegado allí sus descendientes. Como resultado, algunos propusieron el poligenismo; o sea, distintos orígenes para los distintos grupos raciales humanos. Bruno no solo se adhirió al poligenismo sino que incluso criticó el monogenismo bíblico. Pero al hacer esto impugnó la idea bíblica del pecado, común a todo el género humano y consecuentemente la necesidad de redención por parte de Cristo.
            Al imaginar infinitos mundos, él razonó de la siguiente manera: Si Dios envió a su hijo para salvar a la humanidad, ¿qué pasa entonces con esos otros tantos mundos posiblemente habitados? Como veis, una idea cuanto menos desatinada. Es como si uno dijera; si en una casa o familia alguien cae enfermo y el médico tiene que ir a visitarla, ¿qué pasa entonces con las demás casas y familias? Pues evidentemente no pasa nada; el propósito del médico es visitar solo las casas donde hay enfermos. Además, mientras que estadísticamente en una población puede haber un porcentaje de casas con enfermos, ¿podemos extrapolar eso a muchos mundos en un universo infinito? Porque eso mismo pensaba Bruno. Ante mundos infinitos él suponía que como poco en la mitad de ellos podía haber entrado el pecado. Él propuso entonces que se daban dos posibilidades: O había un solo Cristo itinerante haciendo su obra redentora en muchos mundos; lo cual le parecía poco probable porque eso supondría un tiempo infinito para completar su obra redentora; o había muchos Cristos redimiendo paralelamente a muchos mundos. Si había muchos Cristos, ello significaría que había muchos “hijos de Dios” enviados en misión redentora. Como se ve; una teoría cerrada y sin salida. De hecho, Bruno no insistió en ella; al final no había pecado ni redención en ninguno de sus mundos; ni siquiera en la Tierra, y Jesucristo fue relegado por él a un simple mago milagrero muy habilidoso, pero muy lejos de ser el hijo “unigénito” de Dios (Juan 3:16).
            Hasta aquí podríamos considerar la reseña histórica, pero permitidme ahora una incursión al terreno teológico para desnudar la absurda teoría de Bruno que acabamos de perfilar. Me admira pensar en cómo un filósofo, que se supone piensa mucho lo que dice, llegó a conclusiones tan absurdas desde la perspectiva bíblica.
            Pensemos; si el fenómeno del pecado en nuestro mundo le han valido las críticas injustas a nuestro Creador por considerar que su creación ha sido un error y un fracaso, ¿qué pensaríamos si el pecado también hubiera entrado en muchos otros mundos habitados por seres inteligentes? Ciertamente eso sería una seria decepción para nosotros pues entonces parecería que habría razón fundamentada para poner en tela de juicio la sabiduría de Dios. Sin embargo, la Biblia dice de Dios: “perfecta es su actividad” (Deut. 32: 4) Está claro pues que, cuando Dios ya había creado muchas formas de vida no inteligente o parcialmente inteligente (vida instintiva); lo que le había llevado mucho tiempo de diseño y ensayo en el laboratorio terrestre (Dios es eterno; no tiene prisa en completar su creación en periodos tan pequeños como días de 24 horas) ; entonces procedió a hacer su obra cumbre, un ser inteligente como él, pero humano. Este sería un acto generoso de Dios sin parangón; pues él no iba hacer uso de las leyes de la robótica de Asimov para impedir una rebelión de su propia creación. Estas leyes básicamente ya las había aplicado en los programas instintivos que contienen muchos animales en su cerebro y que los hacen controlables. En vez de eso, ahora Dios iba a ir un paso más allá e iba a dotar al hombre de un cerebro superior con un programa nuevo al que llamamos “libre albedrío” y que permitiría al hombre tomar decisiones y hacer un uso moral de su libertad, así como tener una relación con él. Además, para que éste funcionara bien, el Creador puso al ser humano en un entorno adecuado –el Paraíso- donde todas las necesidades del hombre estuvieran cubiertas y donde también rigiera el principio de la bondad, para que el hombre no fuera seducido nunca a hacer nada contrario a su naturaleza perfecta. Así pues, la consecuencia de éste acto de creación tan generoso y responsable es obvio: Dios no iba a poblar sin ton ni son los infinitos mundos existentes. Antes era necesario probar que su creación funcionaba correctamente. No haber hecho esto primero sería semejante a los padres que irresponsablemente traen, una tras otra, criaturas al mundo sin poder suplir sus necesidades más básicas.
            De modo que podemos decir que Dios redujo al mínimo las probabilidades de una rebelión de sus propias criaturas; aun así, una posible rebelión entraba dentro de la capacidad de libre albedrío del hombre. Por esa razón, la capacidad moral del hombre debía ser probada para ver si funcionaba bien. Dios propuso la prueba del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, que no era otra cosa, que la obediencia voluntaria –no robótica- a las normas de Dios. Lamentablemente, alguien se valió de la mínima probabilidad que el hombre tenía para decidir su propia autonomía mediante la seducción intelectual. Un ser muy inteligente, desde la región invisible a los ojos humanos conspiró mediante una idea deslumbrante, aunque falsa. Le dijo a la primera mujer: “Seréis como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”. Encima, para minar la confianza de ella en su Creador, imputó malos motivos a Dios indicando que él estaba ocultando deliberadamente esta verdad a ellos y, además, lo acusó de mentiroso, contradiciendo la pena impuesta en caso de desobediencia; la muerte (Gén. 5:1-5). 
            El resultado desastroso para Adán y su prole, como hemos visto, era una posibilidad real en un mundo de seres inteligentes que pueden decidir. Pero esa posibilidad la tenía contemplada el Creador. Lo mismo que los grandes edificios actuales distan años luz en cuanto a medidas de seguridad respecto a edificios de épocas pasadas, el Creador había previsto un plan de emergencia perfecto para esta contingencia. Meditemos seriamente en esta solución.
Cuando los ingenieros dotan a un moderno edificio de las más sofisticadas medidas de protección y seguridad no es, ni mucho menos, porque el edificio no sea perfecto sino porque existe una posibilidad real de accidente fortuito, terremoto, incendio, etc. Dichas medidas no presuponen que necesariamente tenga que suceder una tragedia, pero están ahí con un propósito preventivo. De igual modo, la manera como el Creador resolvió el dilema del error o pecado de Adán es una proeza de sabiduría sin paragón. El pecado del hombre junto a la conspiración tras él, fue un ataque directo a la soberanía de Dios; su derecho a gobernar a su creación inteligente. En la solución divina (Gén. 3:15), lógicamente estaba imbricado el rescate de los hijos de Adán, mediante la obra redentora de Cristo, ya que ellos no eran culpables directamente. Pero había algo más implicado; todo el tiempo que ha pasado desde entonces ha servido para ensayar la autonomía y/o gobernación humana; por cierto, un ensayo desastroso que ha puesto, fuera de toda duda, que el hombre fue creado para depender de su Creador en una relación inteligente. Solo queda ya que, en breve, se escriba el punto y final de este drama. La soberanía de Dios entonces será vindicada y esta gran historia quedará enmarcada como un precedente legal universal que servirá; ahora sí, para que el Hacedor pueda crear, si es su voluntad, seres inteligentes en la infinidad de mundos existentes. La experiencia humana habrá servido de piedra de toque para que jamás vuelva a ponerse en tela de juicio los derechos de autor, del Creador sobre sus criaturas y, por esa razón, jamás se permitirá ningún ensayo más de autonomía inteligente al margen del Creador; con el consiguiente sufrimiento que esto supone y ha supuesto para nuestra propia experiencia humana. Aun así, trato de huir del dogmatismo. La exposición que acabo de hacer no la sé con seguridad; me limito a exponer la coherencia de la justicia de Dios para que nadie pueda imputarle injusticia. “¡Lejos sea del Dios [verdadero] el obrar inicuamente, y del Todopoderoso el obrar injustamente!” (Job 34:10).


            Al repasar la obra de Giordano Bruno me doy cuenta de cuánto puede desviarse el pensamiento humano de la verdad para caer en absurdas conjeturas que no conducen a nada. Bruno bebió de demasiadas fuentes; las Escrituras, diferentes credos, la filosofía griega, el hermetismo, la Cábala, la magia, etc. para que saliera algo coherente y lógico. Para mí, Giordano Bruno es un prototipo perfecto de las palabras registradas en la 2ª carta de Pedro 3:16: “En ellas [las cartas de Pablo], … hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también [hacen con] las demás Escrituras, para su propia destrucción.” Sin duda, la personalidad de Bruno fue demasiado inquieta e inconstante para centrarse en algo sólido; su mente dispersa; su propia locuacidad intelectual lo llevó por demasiados senderos sinuosos; algunos de ellos sin ninguna salida lógica. Por supuesto, la “propia destrucción” de la que habla el apóstol Pedro nada tiene que ver con la ejecución que sufrió a manos de la Inquisición. De ninguna manera fue la Inquisición una obra de Dios. La Historia ya la ha juzgado como uno de los episodios más tenebrosos de la humanidad. Pero de esto ya hablaremos en otra ocasión. Por el momento, en la próxima entrada del blog vuelvo a centrarme en la historia; esta vez sí, con el genial Galileo.

2 comentarios:

  1. La argumentación es muy sesuda. Lástima que sea un perro que se muerde la cola. Porque pretender probar la mentada existencia de Dios con la Biblia es como pretender probar la existencia de Súperman con un cómic. Eso es lo que, en definitiva, dijo Bruno. Pura lógica.

    ResponderEliminar
  2. Estimado lector anónimo. Gracias por su comentario, pero tengo que indicarle que este blog pretende ser un ágora de libertad de expresión, pero siempre desde el máximo respeto. Si como usted indica, el argumento le parece sesudo, indíqueme por favor, donde están los fallos de la exposición, ya que usted lo resume en que es el perro que se muerde la cola. En cuanto al comentario de que pretender probar la existencia de Dios con la Biblia es como pretender probar la existencia de Supermán con un comic; como alegoría está graciosa pero es completamente falaz e impropia de un foro de discusión seria. Es un argumento estúpido –el argumento, por supuesto, no usted-, ya que recurre al discurso despectivo y fácil para ridiculizar y desacreditar al contrario; muy propio de la sofistería, pero sin entrar en el fondo de la cuestión de una manera seria. Además, la Biblia precisamente no es un libro para demostrar la existencia de Dios, ya que si usted la ha leído, observará que la existencia de Dios es ya un presupuesto desde el mismo principio de ella. Es más bien, el libro que nos ayuda a conocer y amar a ese Dios y el que explica su propósito para la humanidad y nuestra Tierra. Por supuesto, contiene elementos racionales para llegar a la certeza de un Dios Creador tales como Romanos 1:20: “Porque las [cualidades] invisibles de él (Dios) se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables.”, o el axioma de Hebreos 3:4 “Por supuesto, toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas es Dios.” Como ve, pura lógica. Pero para que vea que se puede llegar a reconocer la existencia de Dios por el racionalismo le invito a que vea la siguiente información y si después de hacerlo me demuestra que contiene fallos, le concederé el beneficio de la duda. Gracias por su atención.
    https://www.youtube.com/watch?v=9VORyTv3dz4
    https://www.jw.org/finder?pub=lf&wtlocale=S&srcid=share

    ResponderEliminar