La mayoría de las
personas que se consideran cristianas ven con gran simpatía la estrella que
guió a los magos de Oriente hacia el niño Jesús para presentarle sus respetos
como rey de los judíos. Sin embargo, el estudio cuidadoso del capítulo 2:1-13
del evangelio de Mateo demuestra, sin lugar a dudas, lo sospechoso de aquella
estrella, tanto en su estructura y funcionamiento como en sus intenciones. Es
realmente sorprendente que la inmensa mayoría de los comentaristas que hablan
del tema relacione la estrella con Dios, cuando está implícito en el texto que
no es así, como veremos después. En realidad, no solo consideraré los aspectos
de la estrella, sino de paso también, el pasaje completo, que permitirá
desmitificar algunos aspectos de la celebración de la navidad como fiesta
cristiana.
En primer lugar, en el texto de Mateo aparecen los magos
procedentes de las partes orientales. La palabra griega que aparece aquí es μάγος,
que se translitera como “magos”. En el II y III siglos E.C., cuando los
cristianos Justino, Tertuliano y Orígenes leían Mateo 2:1, μάγος lo
interpretaban como astrólogos, y después, en el siglo IV, tanto Jerónimo como
Agustín de Hipona encontraron el mismo significado. Aunque en el pasado se
pensaba por Heródoto que μάγος eran una casta meda, investigaciones
posteriores han situado más acertadamente a Babilonia como el origen de esta
palabra. Según el Léxico griego de Thayer-Strongs, algunos doctos actualmente
están considerando esta palabra de origen babilónico. Esta fuente indica que
éste era el nombre dado por los orientales de aquella época; babilonios
(caldeos), medos, persas y otros; a los sabios, maestros, sacerdotes, médicos,
astrólogos, videntes, intérpretes de sueños, augures, adivinos, hechiceros,
etc. No sin acierto, algunas versiones bíblicas como la Traducción del Nuevo
Mundo han vertido μάγος como “astrólogos”, porque evidentemente, entre
toda esta clase de sabios, el interés por los astros correspondería lógicamente
a los astrólogos; los astrónomos de la antigüedad. Sin embargo, si bien
aquellos magos, además de astrología, practicaban cualquiera de las otras
disciplinas susodichas, una cosa si es cierta; no eran reyes; de hecho, como
indica la Enciclopedia Católica, ninguno de los llamados Padres de la Iglesia
sostuvo que los magos fueran reyes. Fue a partir del siglo VIII que el arte iconográfico
comenzó a presentarlos como tales.
Tampoco
se puede aseverar que fueran tres. La palabra μάγος es prural; podían
ser desde dos a muchos. La idea de que fueran “tres magos” se consolidó en el
siglo III E.C. cuando Orígenes propuso por primera vez ese número en
consonancia con los presentes que se regalaron al niño Jesús; aunque eso no es
determinante como prueba. Una comitiva grande podría presentar tres regalos
como un solo individuo podría presentar uno o veintiuno. De hecho, para aquella
época existían iconografías que representaban a los magos en número de dos,
tres, cuatro y hasta ocho. Incluso la Iglesia ortodoxa siria y la Iglesia
apostólica armenia aseguraban que eran doce, igual que los doce apóstoles y las
doce tribus de Israel. Tres siglos después; en el VI E.C., comenzaron a
conocerse los nombres de los magos, Melchor, Gaspar y Baltasar y otras
variantes de estos; y sin embargo, Baltasar continuaba siendo cromáticamente
igual que sus compañeros. Aun hubieron de pasar nada menos que nueve siglos
para que el monocromatismo de los magos dejara de ser y Baltasar se
transformara en el moreno del grupo.
Bien; a continuación de aparecer los magos en el relato
evangélico de Mateo, notamos que estos aseveran que vieron “su estrella”
cuando estaban en su tierra de Oriente. ¿La estrella de quien? Ellos dicen que
es la estrella del rey de los judíos que es a quien buscan. De esto se deducen
varias cosas importantes. En primer lugar, el carácter de su pregunta deja
entrever claramente que efectivamente eran astrólogos pues solo ellos son
capaces de asignar una estrella a un individuo, lo mismo que hoy los astrólogos
asignan parte de los astros del zodiaco a las personas según su nacimiento;
cosa insustancial, por supuesto, para los astrónomos científicos.
En segundo lugar, ¿cómo relacionaron los magos la
estrella que vieron en su tierra con el nacimiento del rey de los judíos? Hay
que decir que para que tal cuestión se planteara, la estrella en particular
tuvo que ser verdaderamente conspicua, llamativa en sumo grado, algo totalmente
diferente a cualquier otro astro que hubieran visto anteriormente. Sobre el
carácter artificial de esta estrella seguiremos hablando después ya que el
relato sigue ofreciendo pruebas sobre ello.
Es muy probable que la primera vez que los magos vieron
esta astro, lo vieran en dirección a Israel desde sus posiciones relativas en
el Oriente, posiblemente desde Babilonia, pues ya hemos hablado del posible
origen caldeo de la palabra μάγος. Para aquel tiempo existían
comunidades judías en las principales ciudades de Babilonia. La mención hecha
por los magos al rey de los judíos es una clara alusión a una posible pregunta
que los magos pudieron hacer a los rabinos en Babilonia sobre el significado de
la visión de la estrella. Esto no se puede descartar ya que los rabinos en
Babilonia sabían de la existencia de una profecía mesiánica que se escribió en
estos términos en el libro bíblico de Números 24:17: “Una estrella ciertamente saldrá de Jacob,
y un cetro verdaderamente se levantará de Israel”. Hasta Irineo de Lyon, cristiano del II
siglo postuló con esta idea. Esta profecía mesiánica pudo ser muy sugerente en caso
de que, efectivamente, los rabinos judíos tuvieran un contacto con los magos
referente a esta cuestión, pues no es inconcebible que los magos acudieran a
ellos, en vista del conocimiento que pudieran tener de una tradición referente
al judío Daniel, que llegó a ocupar un puesto de relevancia en la antigua corte
babilónica como “el prefecto principal sobre todos los sabios de Babilonia”,
allá por el siglo VI a. E.C. (Daniel 2:48)
Pasemos ahora a
diseccionar la peculiar estrella que vieron los magos. Mateo 2:2 indica que
cuando los magos llegan a Jerusalén, dicen que vieron la estrella cuando
estaban en el Oriente; luego la estrella está desaparecida en Jerusalén; nadie
absolutamente la ve. Hubiera sido de tal trascendencia que se hubiera visto,
que tal hecho hubiera sido registrado, sin duda, por fuentes judías. En el
versículo 7 se indica que Herodes averiguó, para sus propósitos, el tiempo en
que la estrella había aparecido. Y cuando llegamos al versículo 9; en el momento
en que los magos salen de Jerusalén para dirigirse a la búsqueda del niño;
¡vaya! aparece de nuevo la estrella y en esta ocasión hasta va “delante de
ellos”; y no solo eso; la estrella se detiene justo “encima” de
donde estaba el niño. Esta es la demostración más elocuente de lo sospechoso de
tal estrella. ¿Por qué? Porque ningún astro se comporta de esa manera. Los
astros están demasiado altos y demasiado lejos para que un observador humano
pueda decir, desde su posición relativa, que va delante de uno dirigiéndolo o
que se para encima de algo. Sin embargo, tal cosa si puede afirmarse si tal
“astro” está a una distancia cercana; como a un tiro de piedra. Ciertamente, si
tal fenómeno apareciera en nuestros días, cualquier ufólogo lo identificaría
con un ovni (objeto volador no identificado). Por supuesto, de ninguna manera
estoy sugiriendo que tal fenómeno fuera un ovni, en el sentido común que hoy se
les suele considerar; como una nave tripulada. Ésta es una teoría materialista
por demás. Los extraterrestres no tienen por qué ser por necesidad seres
físicos ni sus naves materia; la estrella que vieron los magos pudo ser un
“prodigio”; una ilusión óptica artificialmente tramada. Está claro, sin
embargo, que no pudo ser un cometa, ni un meteoro, ni una supernova ni tampoco
una conjunción planetaria como han tratado de teorizar muchos. No pudo ser
ningún fenómeno astronómico natural.
Pero, ¿hemos notado
donde se paró esta “estrella”? Dice el evangelista Mateo que “se detuvo
encima de donde estaba el niñito”. De modo que a continuación, los magos “entraron
en la casa” y “vieron al niñito” con su madre (Mat. 2:11). Los
astrólogos entraron en una casa (oikia en griego) y no en el pesebre (phatné
en griego) de un establo (Luc. 2:7, 12). Por lo tanto, los astrólogos no
visitaron al niño Jesús recién nacido, como se ve en muchos belenes de navidad,
según la tradición; sino tiempo después y la Enciclopedia Católica así lo
reconoce también. Cuando los pastores visitaron al niño Jesús en el pesebre,
este era un nene recién nacido (brephos en griego, Luc. 2:12), pero
cuando los astrólogos visitaron a Jesús en la casa según Mateo, este ya era un
niño pequeño (paidion en griego). De hecho ya habían pasado muchos meses
desde el pasaje del evangelista Lucas hasta el pasaje del evangelista Mateo.
Cuando, después de visitar los astrólogos a Jesús en su casa, Herodes se da
cuenta de que había sido burlado por estos, manda matar a todos los niños de
Belén y sus distritos “de dos años de edad para abajo,
conforme al tiempo que había averiguado cuidadosamente de los astrólogos”
(Mat. 2:16) Por lo tanto, cuando los astrólogos visitan a Jesús en su casa,
este tendría entre uno y dos años de edad. No es improbable este punto de
vista, pues tanto Epifanio como Juvenco, eruditos cristianos del IV siglo, así
lo creían. Además, la iconografía más antigua nunca presenta a los magos
visitando a Jesús en un pesebre sino en
una casa.
Entonces y para finalizar, ¿qué tipo de fenómeno resultó
ser la estrella?
Podemos identificar este fenómeno por su intencionalidad; claro está, no de la
estrella sino de quien la dirigía. Y ciertamente Dios no dirigía la estrella.
Primero, porque Dios está reñido con los astrólogos y su juicio contra ellos
quedó patente en la profecía contra Babilonia mediante el profeta Isaías
47:12-15. Además, si usamos el raciocino, ¿cómo podríamos asignar a Dios la
dirección de aquella estrella cuando ésta, en vez de dirigir directamente los
magos al niño Jesús, primero los dirigió al enemigo que lo quería matar, el rey
Herodes? Dios, quien estaba muy interesado en proteger la vida de su Hijo,
desvió a los magos de Herodes, no mediante la estrella que no era suya, sino
mediante un sueño. Así pues, la estrella dirigió a los magos al enemigo de
Jesús, mientras que Dios desvió del niño a los magos directamente mediante un
sueño. Desde un punto de vista bíblico, este fenómeno astral solo pudo ser la
obra sutil de un maestro del engaño y enemigo de Jesús. “Y no
es de maravillarse, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”
(2 Cor. 11:14).
Bibliografía:
Mateo
2:1-12, la Biblia.
Estrella
de Belén, Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Estrella_de_Bel%C3%A9n
Biblia Paralela, Léxixo
griego de Thayer, Strongs NT 3097: μάγος
“Radiografía” de la llamada
Estrella de Belén, J.J. Benitez, http://mysteryplanet.com.ar/site/radiografia-de-la-llamada-estrella-de-belen/
The Imperial Bible-Dictionary
(edición de P. Fairbairn, Londres, 1874, vol. 2, pág. 139)
J. C. Müller,
Enciclopedia Herzog, sobre el testimonio de Heródoto
(Tertuliano en “Sobre la
idolatría”, cap. IX [The Ante-Nicene Fathers, 1957, vol. 3,
pág. 65].)
Perspicacia para comprender
las Escrituras, tomo I, pág. 243, bajo “astrólogos”.
Enciclopedia
católica, http://ec.aciprensa.com/wiki/Reyes_Magos
Los
Reyes Magos de Oriente, https://evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com/2017/01/06/los-reyes-magos-de-oriente/
National Geographic, https://www.ngenespanol.com/travel/quienes-eran-los-reyes-magos-melchor-gaspar-baltasar/