Aunque haya aspectos de las creencias de Bruno con
las que puedo mostrar simpatía; como su temprana negativa al uso de imágenes,
su no creencia en la Trinidad o la transubstanciación en la misa; porque considero que no
son creencias bíblicas; no obstante, quiero mostrar cómo su especulación
filosófica lo llevó a desviarse gravemente de las Escrituras.
Tomemos como ejemplo más relevante
las consecuencias de su idea sobre los mundos infinitos. En primer lugar,
aunque su axioma referente a Dios, "El que niega el efecto infinito niega
el poder infinito" es correcto en sí mismo, de ninguna manera coarta la
libertad de Dios para hacer su voluntad y ejercitar su poder cuándo y cómo lo
desea. Lejos de ser presuntuosos, tenemos que tener muy presentes las palabras escritas
en la Biblia: “Porque los pensamientos de ustedes no son mis
pensamientos, ni son mis caminos los caminos de ustedes —es la expresión de
Jehová—. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos
son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los
pensamientos de ustedes” (Isa. 58:8,
9).
Además, esta idea de Bruno
lo llevó por caminos muy arriesgados. Para empezar, hacía menos de un siglo que
se había descubierto el nuevo mundo americano. Esto evidentemente había
inspirado nuevas formas de pensamiento: ¿cómo habían llegado seres humanos a
aquellas tierras aisladas por dos inmensos océanos? Está claro que para los
creyentes aquellos hombres y mujeres eran descendientes de la primera pareja
Adán y Eva (monogenismo); sin embargo, no podían demostrar cómo habían llegado
allí sus descendientes. Como resultado, algunos propusieron el poligenismo; o
sea, distintos orígenes para los distintos grupos raciales humanos. Bruno no
solo se adhirió al poligenismo sino que incluso criticó el monogenismo bíblico.
Pero al hacer esto impugnó la idea bíblica del pecado, común a todo el género
humano y consecuentemente la necesidad de redención por parte de Cristo.
Al imaginar infinitos
mundos, él razonó de la siguiente manera: Si Dios envió a su hijo para salvar a
la humanidad, ¿qué pasa entonces con esos otros tantos mundos posiblemente
habitados? Como veis, una idea cuanto menos desatinada. Es como si uno dijera;
si en una casa o familia alguien cae enfermo y el médico tiene que ir a
visitarla, ¿qué pasa entonces con las demás casas y familias? Pues evidentemente
no pasa nada; el propósito del médico es visitar solo las casas donde hay
enfermos. Además, mientras que estadísticamente en una población puede haber un
porcentaje de casas con enfermos, ¿podemos extrapolar eso a muchos mundos en un
universo infinito? Porque eso mismo pensaba Bruno. Ante mundos infinitos él
suponía que como poco en la mitad de ellos podía haber entrado el pecado. Él
propuso entonces que se daban dos posibilidades: O había un solo Cristo
itinerante haciendo su obra redentora en muchos mundos; lo cual le parecía poco
probable porque eso supondría un tiempo infinito para completar su obra
redentora; o había muchos Cristos redimiendo paralelamente a muchos mundos. Si
había muchos Cristos, ello significaría que había muchos “hijos de Dios”
enviados en misión redentora. Como se ve; una teoría cerrada y sin salida. De
hecho, Bruno no insistió en ella; al final no había pecado ni redención en ninguno
de sus mundos; ni siquiera en la Tierra, y Jesucristo fue relegado por él a un
simple mago milagrero muy habilidoso, pero muy lejos de ser el hijo “unigénito”
de Dios (Juan 3:16).
Hasta aquí podríamos
considerar la reseña histórica, pero permitidme ahora una incursión al terreno
teológico para desnudar la absurda teoría de Bruno que acabamos de perfilar. Me
admira pensar en cómo un filósofo, que se supone piensa mucho lo que dice,
llegó a conclusiones tan absurdas desde la perspectiva bíblica.
Pensemos; si el fenómeno
del pecado en nuestro mundo le han valido las críticas injustas a nuestro
Creador por considerar que su creación ha sido un error y un fracaso, ¿qué
pensaríamos si el pecado también hubiera entrado en muchos otros mundos
habitados por seres inteligentes? Ciertamente eso sería una seria decepción
para nosotros pues entonces parecería que habría razón fundamentada para poner
en tela de juicio la sabiduría de Dios. Sin embargo, la Biblia dice de Dios: “perfecta es su actividad” (Deut. 32: 4)
Está claro pues que, cuando Dios ya había creado muchas formas de vida no
inteligente o parcialmente inteligente (vida instintiva); lo que le había
llevado mucho tiempo de diseño y ensayo en el laboratorio terrestre (Dios es
eterno; no tiene prisa en completar su creación en periodos tan pequeños como
días de 24 horas) ; entonces procedió a hacer su obra cumbre, un ser
inteligente como él, pero humano. Este sería un acto generoso de Dios sin
parangón; pues él no iba hacer uso de las leyes de la robótica de Asimov para
impedir una rebelión de su propia creación. Estas leyes básicamente ya las
había aplicado en los programas instintivos que contienen muchos animales en su
cerebro y que los hacen controlables. En vez de eso, ahora Dios iba a ir un
paso más allá e iba a dotar al hombre de un cerebro superior con un programa
nuevo al que llamamos “libre albedrío” y que permitiría al hombre tomar
decisiones y hacer un uso moral de su libertad, así como tener una relación con
él. Además, para que éste funcionara bien, el Creador puso al ser humano en un
entorno adecuado –el Paraíso- donde todas las necesidades del hombre estuvieran
cubiertas y donde también rigiera el principio de la bondad, para que el hombre
no fuera seducido nunca a hacer nada contrario a su naturaleza perfecta. Así
pues, la consecuencia de éste acto de creación tan generoso y responsable es
obvio: Dios no iba a poblar sin ton ni son los infinitos mundos existentes.
Antes era necesario probar que su creación funcionaba correctamente. No haber
hecho esto primero sería semejante a los padres que irresponsablemente traen,
una tras otra, criaturas al mundo sin poder suplir sus necesidades más básicas.
De modo que podemos decir
que Dios redujo al mínimo las probabilidades de una rebelión de sus propias
criaturas; aun así, una posible rebelión entraba dentro de la capacidad de
libre albedrío del hombre. Por esa razón, la capacidad moral del hombre debía
ser probada para ver si funcionaba bien. Dios propuso la prueba del árbol del
conocimiento de lo bueno y lo malo, que no era otra cosa, que la obediencia voluntaria –no robótica- a las normas de
Dios. Lamentablemente, alguien se valió de la mínima probabilidad que el hombre
tenía para decidir su propia autonomía mediante la seducción intelectual. Un
ser muy inteligente, desde la región invisible a los ojos humanos conspiró
mediante una idea deslumbrante, aunque falsa. Le dijo a la primera mujer: “Seréis
como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”. Encima, para minar la confianza de
ella en su Creador, imputó malos motivos a Dios indicando que él estaba
ocultando deliberadamente esta verdad a ellos y, además, lo acusó de mentiroso,
contradiciendo la pena impuesta en caso de desobediencia; la muerte (Gén.
5:1-5).
El resultado desastroso
para Adán y su prole, como hemos visto, era una posibilidad real en un mundo de
seres inteligentes que pueden decidir. Pero esa posibilidad la tenía
contemplada el Creador. Lo mismo que los grandes edificios actuales distan años
luz en cuanto a medidas de seguridad respecto a edificios de épocas pasadas, el
Creador había previsto un plan de emergencia perfecto para esta contingencia.
Meditemos seriamente en esta solución.
Cuando los ingenieros dotan a un moderno
edificio de las más sofisticadas medidas de protección y seguridad no es, ni
mucho menos, porque el edificio no sea perfecto sino porque existe una
posibilidad real de accidente fortuito, terremoto, incendio, etc. Dichas
medidas no presuponen que necesariamente tenga que suceder una tragedia, pero
están ahí con un propósito preventivo. De igual modo, la manera como el Creador
resolvió el dilema del error o pecado de Adán es una proeza de sabiduría sin
paragón. El pecado del hombre junto a la conspiración tras él, fue un ataque
directo a la soberanía de Dios; su derecho a gobernar a su creación inteligente.
En la solución divina (Gén. 3:15), lógicamente estaba imbricado el rescate de
los hijos de Adán, mediante la obra redentora de Cristo, ya que ellos no eran
culpables directamente. Pero había algo más implicado; todo el tiempo que ha
pasado desde entonces ha servido para ensayar la autonomía y/o gobernación
humana; por cierto, un ensayo desastroso que ha puesto, fuera de toda duda, que
el hombre fue creado para depender de su Creador en una relación inteligente.
Solo queda ya que, en breve, se escriba el punto y final de este drama. La
soberanía de Dios entonces será vindicada y esta gran historia quedará
enmarcada como un precedente legal universal que servirá; ahora sí, para que el
Hacedor pueda crear, si es su voluntad, seres inteligentes en la infinidad de
mundos existentes. La experiencia humana habrá servido de piedra de toque para
que jamás vuelva a ponerse en tela de juicio los derechos de autor, del Creador
sobre sus criaturas y, por esa razón, jamás se permitirá ningún ensayo más de
autonomía inteligente al margen del Creador; con el consiguiente sufrimiento
que esto supone y ha supuesto para nuestra propia experiencia humana. Aun así,
trato de huir del dogmatismo. La exposición que acabo de hacer no la sé con
seguridad; me limito a exponer la coherencia de la justicia de Dios para que
nadie pueda imputarle injusticia. “¡Lejos
sea del Dios [verdadero] el obrar inicuamente, y del Todopoderoso el obrar
injustamente!” (Job 34:10).
Al repasar la obra de
Giordano Bruno me doy cuenta de cuánto puede desviarse el pensamiento humano de
la verdad para caer en absurdas conjeturas que no conducen a nada. Bruno bebió
de demasiadas fuentes; las Escrituras, diferentes credos, la filosofía griega,
el hermetismo, la Cábala, la magia, etc. para que saliera algo coherente y
lógico. Para mí, Giordano Bruno es un prototipo perfecto de las palabras
registradas en la 2ª carta de Pedro 3:16: “En ellas [las cartas de Pablo], …
hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes
tuercen, como también [hacen con] las demás Escrituras, para su propia
destrucción.” Sin duda, la personalidad de Bruno fue demasiado inquieta e
inconstante para centrarse en algo sólido; su mente dispersa; su propia
locuacidad intelectual lo llevó por demasiados senderos sinuosos; algunos de
ellos sin ninguna salida lógica. Por supuesto, la “propia destrucción” de la
que habla el apóstol Pedro nada tiene que ver con la ejecución que sufrió a
manos de la Inquisición. De ninguna manera fue la Inquisición una obra de Dios.
La Historia ya la ha juzgado como uno de los episodios más tenebrosos de la
humanidad. Pero de esto ya hablaremos en otra ocasión. Por el momento, en la
próxima entrada del blog vuelvo a centrarme en la historia; esta vez sí, con el
genial Galileo.
La argumentación es muy sesuda. Lástima que sea un perro que se muerde la cola. Porque pretender probar la mentada existencia de Dios con la Biblia es como pretender probar la existencia de Súperman con un cómic. Eso es lo que, en definitiva, dijo Bruno. Pura lógica.
ResponderEliminarEstimado lector anónimo. Gracias por su comentario, pero tengo que indicarle que este blog pretende ser un ágora de libertad de expresión, pero siempre desde el máximo respeto. Si como usted indica, el argumento le parece sesudo, indíqueme por favor, donde están los fallos de la exposición, ya que usted lo resume en que es el perro que se muerde la cola. En cuanto al comentario de que pretender probar la existencia de Dios con la Biblia es como pretender probar la existencia de Supermán con un comic; como alegoría está graciosa pero es completamente falaz e impropia de un foro de discusión seria. Es un argumento estúpido –el argumento, por supuesto, no usted-, ya que recurre al discurso despectivo y fácil para ridiculizar y desacreditar al contrario; muy propio de la sofistería, pero sin entrar en el fondo de la cuestión de una manera seria. Además, la Biblia precisamente no es un libro para demostrar la existencia de Dios, ya que si usted la ha leído, observará que la existencia de Dios es ya un presupuesto desde el mismo principio de ella. Es más bien, el libro que nos ayuda a conocer y amar a ese Dios y el que explica su propósito para la humanidad y nuestra Tierra. Por supuesto, contiene elementos racionales para llegar a la certeza de un Dios Creador tales como Romanos 1:20: “Porque las [cualidades] invisibles de él (Dios) se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables.”, o el axioma de Hebreos 3:4 “Por supuesto, toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas es Dios.” Como ve, pura lógica. Pero para que vea que se puede llegar a reconocer la existencia de Dios por el racionalismo le invito a que vea la siguiente información y si después de hacerlo me demuestra que contiene fallos, le concederé el beneficio de la duda. Gracias por su atención.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=9VORyTv3dz4
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